Maheta Molango, presidente de la Asociación de Futbolistas Profesionales (PFA), que agrupa a los futbolistas del sistema de ligas británicos, analizaba en conversación con este diario cuál es el estado actual del fútbol: “El pastel de la televisión es el que es. Cada competición nueva que surge es un invitado más para comer de la misma tarta. No se ha ampliado el tamaño de la misma”.
La oposición al Villarreal-Barça
La charla tuvo lugar en el World Football Summit (WFS), un congreso centrado en la industria del fútbol, donde la gobernanza fue un punto fundamental. El encuentro de Miami que disputarán el Villarreal y el Barça el sábado 20 de diciembre -LaLiga está convencida de que nada lo impedirá- fue el tema que más conversación generó. Un duelo único, siempre más fácil de combatir que una competición como el Mundial de Clubes o la nueva Champions.
En su discurso, Molango reflexionó sobre la contradicción que implica exprimir a los protagonistas (pero también producto) para generar más capital a través de la creación de nuevos eventos que acaban rompiendo la baraja. El máximo representante de los futbolistas británicos fue antes ejecutivo (CEO del Mallorca) y jugador, por lo que su visión del negocio es integral.
“En la última ventana internacional no estuvieron Lamine, Bellingham, Foden, Rodri… Tampoco Lucy Bronze o Leah Williamson. Como aficionado pienso, ¿es el fútbol que queremos?”, se preguntaba Molango, consciente de que esta problemática afecta a un porcentaje reducido de jugadores, que soportan una sobreexplotación contra la que solo se han rebelado a través de la palabra o con parones como los de esta jornada.
La NFL o cuando menos es más
Pero, ¿contra quién y contra qué? El aficionado se ha quedado como un actor aislado en esta lucha por el pastel. “Es un premio a esos aficionados que están detrás de la pantalla, también en Asia o América”, respondía Louzán desde la RFEF después de apuntar, aunque no nombrar al Real Madrid como el dinamitador de llevar la Supercopa femenina a Miami, el centro de todos los negocios del fútbol español.
¿Es el conjunto blanco el salvador de las esencias? Simplemente es una lucha por la soberanía de una pirámide donde la base, que conforman los modestos y los hinchas de cercanía, está cada vez más debilitada. Sería utópico no ver el fútbol como una gran industria, pero en su modelo depredador va camino de morir de éxito cortando en trozos más pequeños el pastel, en lugar de mejorar su receta.
El referente de la explotación comercial del deporte, EEUU, ha conseguido más con menos. Una veintena de partidos por equipo, en el mejor de los casos, le han servido a la NFL para ser un modelo de éxito que, además, reparte entre todas las franquicias. Ahí está la cuestión capital: el fútbol sigue siendo, a pesar del estrujamiento de la toalla de los beneficios, un deporte donde ganar en el campo importa.
¿Más goles sin fuera de juego?
El problema es que esa meritocracia, junto a uno de sus valores fundamentales, como es la sencillez del juego, también se están rompiendo. Vaya por delante que los jugadores demuestran en ocasiones un desconocimiento impropio de las reglas de su juego, pero que la Ley Wenger tenga cada vez más forma demuestra la encrucijada en el que se ha metido el anteriormente ‘deporte rey’.
Difícilmente se puede gobernar si la IFAB, el encargado de poner las normas del fútbol, acepta que solo será fuera de juego cuando el atacante tiene todo su cuerpo por delante del defensor. Todavía es peor el razonamiento para justificar el cambio, pensando que así se marcarán más goles. Dándole valor al fútbol solo por los tantos que se meten y sin entender que el ‘show must go on’ será un desfile de defensas en bloque bajo donde no se podrán merendar ni las migajas de un pastel cada vez más edulcorado y menos nutritivo.
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