La carretera que lleva a Stranvallen (Suecia), el pequeño estadio del Mjällby, bien podría llevarte a una aldea perdida en Mongolía o un pueblecito inexistente de Teruel. Extensiones cultivadas, casas de campo solitarias, aroma a granja, silencio… Llegar hasta ahí te lleva unos buenos tres cuartos de hora desde la pintoresca y pequeña ciudad de Kristianstad y unos veinte minutos desde Sölverborg, un pueblo pesquero donde nunca pasa nada. Nada en absoluto. De hecho, si te pasas Stranvallen de largo, el coche se hundiría en el Mar Báltico a los pocos metros. Ya no hay nada más allá. Siempre he pensado que con un poco de viento y algo de mala idea o muy mal pie, un jugador con un buen cuádriceps podría enviar la pelota al mar desde el propio estadio de un buen zambombazo.
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Hallevik, el pueblo donde Mjallby tiene un estadio con 7.000 asientos, alberga la friolera de 1.485 habitantes en 2023 según Wikipedia.
Viene bien la descripción del lugar para entender la gesta de un club que hace seis años estaba en Superettan, la segunda división sueca. No es que Mjallby no sea un club pequeño de ciudad o alrededores, es que la ciudad (pequeña) queda muy lejos. El paisaje es muy rural y muy aislado del cemento y el ruido más fuerte es el de las olas del mar.
Lejos del mundo
Con esa historia y en ese entorno acaban de ganar su primera liga, doblegando a los gigantes de Estocolmo (Djurgardens, Hammarby y AIK Solna) y al todopoderoso Malmö. La comparativa de presupuestos haría enrojecer a unos cuantos.
Uno podría ya rezar muy fuerte, e incluso tener sueños húmedos para que clasifiquen para la próxima Champions League y poder ver llegar a Mjallby los autobuses más lujosos y caros de Europa manchados de barro. Eso sería la próxima temporada.
En ésta, la gloria será para los jugadores, que pronto marcharán en busca de mejores contratos, pero hay tres nombres indispensables para entender este éxito sin precedentes: Magnus Emeus, presidente; Hans ‘Hasse’ Larsson, director deportivo y Anders Torstesson, entrenador.

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Uno por uno
Magnus es empresario y ejecutivo de la zona que aplicó lógicas empresariales a una industria nada lógica como es el fútbol: implementar procesos, crear estructuras, pagar al día… la sopa de ajo a veces es un gran manjar y da sus resultados.
Hasse es el Mällby en sí mismo. Vecino del club; podría ir a pie al estadio desde su casa donde jugó 14 temporadas y hace ya 10 que está en diferentes roles como técnico. Nadie mejor que Hasse para entender qué necesita el club, qué jugadores funcionarán y dedicarle innumerables horas sin que parezca que estás trabajando, siempre con una sonrisa y una mirada amable.
Anders es el técnico que ha dado con la tecla y ha girado la identidad del club sin dar volantazos, pasando de un juego directo a un juego más asociativo y vistoso y manteniendo un espíritu competitivo.
Sobre estos tres pilares se cimenta uno de los logros deportivos de primer nivel en Suecia y en Europa en los últimos años. El reto será mantenerse, aunque tienen un espejo que está perdurando y compitiendo en Champions en Noruega, en el país vecino: Bodo Glimt.
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