“Colleagues from Junts who had considered me a ‘botifler’ have called me to tell me that they were unfair” – Bundlezy

“Colleagues from Junts who had considered me a ‘botifler’ have called me to tell me that they were unfair”

Santi Vila (Granollers, 1973) se considera discípulo de Robert Baden-Powell y su ‘siempre listos’, lema del escultismo. Su trayectoria política demuestra, no obstante, que esa disposición con la pañoleta al cuello tenía límites. Porque el exconseller salió de la política precisamente porque no estaba ni listo ni dispuesto a declarar la independencia de Catalunya. Este domingo hace justo ocho años que tomaba la decisión de irse no solo del Govern, sino que ese adiós supuso el punto y final a 18 años en política. Presentó su dimisión en una noche de alto voltaje, en medio del polvorín de las horas previas a la declaración unilateral de independencia de 2017. Trató de frenarla, pero fracasó en su intento.

Fue muy difícil. Lo hice con la intuición de que a veces para algunos es preferible equivocarte con los tuyos que tener razón y quedarte solo. Yo opté por ser consecuente con mi forma de pensar y aquí estoy, sano y salvo”, asegura con una sonrisa de oreja a oreja desde el Campus La Salle, donde ejerce de profesor de historia contemporánea y filosofía moral. Considera “pretencioso” verbalizar que el tiempo le ha dado la razón, pero los hechos, asegura, “son los que son”; y “ahora la bandera identitaria vuelve a estar en el armario“. Prueba de ello es que Gabriel Rufián está “haciendo hispanismo” en el Congreso y Junts “vuelve a reivindicar una agenda pragmática“.

El cartel de ‘traidor’

El independentismo le colgó a Vila rápidamente el cartel de ‘traidor’ porque se bajó del barco mientras el resto del Govern se fue de Catalunya o acabó en la cárcel, pero él se considera ya reparado de esas acusaciones. “A partir de 2019, compañeros de Junts y empresarios que me habían considerado un ‘botifler’ me llamaron para decirme que fueron injustos y despiadados“, relata. E incluso con la cúpula de su expartido mantiene vínculos estrechos. “Con Carles Puigdemont mantengo una relación de amistad e intimidad grande pese a tener una discrepancia política evidente”, confiesa.

No había pasado ni un año de su abrupta salida del Govern que, más allá de retomar la vida académica, fue nombrado director general de la compañía Aigües de Banyoles. “Cual Tirant lo Blanc, me fui allí para rehacerme de todas las heridas. Ya se sabe, Banyoles es una arcadia feliz”, dice quien durante cinco años, entre 2007 y 2012, fue alcalde de Figueres.

Vila, on the Salle Bonanova campus / FERRAN NADEU

Menos conocido es que antes de enrolarse en las filas de Convergència -y luego PDECat-, Vila militó en ERC durante ocho años, aunque sin llegar a ostentar ningún cargo público. “Hay una fatalidad histórica. Dejé ERC cuando se declaró un partido nítidamente independentista y eso me ha acompañado toda la vida, porque me fui a Convergència y también hizo esta evolución”, ironiza. Y a pesar de esos dos desengaños, tiene morriña por esa etapa en la primera línea. “Sí, echo mucho de menos la política. La vocación se lleva para siempre. Soy una persona profundamente política desde que mis padres me apuntaron a los escoltas a los siete años”, confiesa.

¿Querría volver?

Y la pregunta a renglón seguido es obligada: ¿Querría volver? “Honestamente, no me veo volviendo a ser cosas que ya he sido. Con toda la humildad, no sabría decir dónde podría ayudar y desde qué espacio político hacerlo”, responde dejando entrever que algún sondeo ha habido. Sin embargo, no ha escondido en los últimos años su simpatía por el PSC. Apoyó a Jaume Collboni como alcalde de Barcelona en la campaña de las municipales de 2023 y, de hecho, preside en estos momentos el comité asesor sobre infraestructuras de Barcelona. “Desde el ‘procés’, el PSC ha encarnado la centralidad política, también por incomparecencia de otros. Yo soy un ‘progre’, un liberal de izquierdas“, sentencia.

Aunque reconoce que es más de Salvador Illa -con quien tiene una relación “cordial”- que de Pedro Sánchez, al que le “cuesta entender” y considera que debería plantearse “qué sentido tiene resistir” justo ahora que Junts está a las puertas de decidir si rompe con él. Eso sí, tiene claro que él se convirtió en conseller gracias a la confianza que depositó en él Artur Mas, por lo que afrontaría un difícil dilema si el expresident diera el paso de optar a la alcaldía de Barcelona por más que su “compromiso cívico” esté en estos momentos con Collboni.

“Seguramente para el PSC soy demasiado sospechoso hacia la derecha y para Junts demasiado socialdemócrata”, resume para reafirmarse como un verso suelto o, como él mismo se autodefine, un “hombre frontera”. En eso se ampara para defender “pactar con todo el mundo” siempre y cuando se respete la ley, también, asegura pensando en el papel de “bisagra” que cree que tiene que jugar Junts, con Aliança Catalana.

Honestamente, no me veo volviendo a ser cosas que ya he sido. Con toda la humildad, no sabría decir dónde podría ayudar y desde qué espacio político hacerlo

Ahora, cuando entra en clase, Vila es para sus alumnos solo el profesor. Ni el exconseller que saltó del barco tras el 1-O y que solo fue condenado por desobediencia ni el “moderado” que trató de impedir que el independentismo llevara el pulso hasta el final. Ni héroe ni traidor (dos palabras con las que tituló su libro tras dejar el Govern de Puigdemont), ni siquiera un expolítico. De hecho, ocho años después, si alguien recuerda esa faceta de su pasado es porque algún progenitor o abuelo se lo cuentan al estudiante a modo de anécdota. “No me conocen de nada, y eso es una cura de humildad para los que hemos sido servidores públicos. Uno de los vicios que se alimentan en la política es la vanidad“, asegura mirando el reloj en plena cuenta atrás para entrar en el aula.

Desde que dejó la política, aprecia especialmente haber recuperado tiempo para la familia y los amigos. Y también para leer, escribir, ir al gimnasio o pasar los veranos “en el mar”. “La notoriedad es un castigo”, llega a decir, por más que desde su placidez actual eche de menos las épocas de gran oleaje con su ‘siempre listos’, pero con el freno de mano.

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