El Athletic Club atraviesa un momento complicado. Lo que comenzó como una temporada prometedora se ha transformado en una dinámica inquietante que ya nadie dentro del vestuario ni fuera de él puede ignorar. El equipo de Ernesto Valverde, que arrancó el curso con energía y buenos resultados, ha entrado en un bache de juego y confianza que empieza a generar más dudas que certezas.
Los números son elocuentes: el conjunto rojiblanco ha sumado apenas cinco puntos de los últimos veintiuno posibles. Si su posición en la tabla no es aún alarmante es únicamente gracias al colchón que construyó en las primeras jornadas. Sin embargo, los resultados recientes reflejan un retroceso evidente, una pérdida de fiabilidad y de identidad futbolística que preocupa tanto como el marcador.
Rendimiento irregular y señales de desgaste
El Athletic ha dejado de ser ese bloque sólido y reconocible. Las derrotas en San Mamés frente al Alavés o los apuros para vencer a rivales en horas bajas, como el Mallorca, son síntomas de un equipo que se ha vuelto imprevisible. Fuera de casa, la imagen tampoco mejora: actuaciones planas en Elche o Mestalla y apenas destellos de reacción en estadios como La Cerámica.
La falta de continuidad, tanto en el juego como en los resultados, está desgastando la confianza del grupo. El conjunto bilbaíno ya no muestra esa consistencia que lo caracterizaba y, lo más preocupante, parece haber perdido la capacidad de controlar los partidos ante rivales que, sobre el papel, deberían estar a su alcance.
Un vestuario tocado y decisiones cuestionadas
A los problemas deportivos se suman las dificultades físicas. Varios futbolistas arrastran molestias desde hace semanas, pero han seguido jugando pese a no estar al cien por cien. Algunos, como los hermanos Williams, han sido alineados de forma continuada incluso cuando su estado físico recomendaba descanso. Las lesiones y el bajo rendimiento de piezas clave han terminado por afectar el equilibrio del equipo.
Además, las rotaciones apenas han servido para refrescar el bloque. Valverde, fiel a su estilo, ha mantenido la confianza en un grupo reducido, pero la acumulación de minutos y la falta de alternativas visibles están pasando factura. El técnico reconoce que la situación es delicada: “No estamos tan bien como el año pasado”, admitió tras el tropiezo ante el Getafe.
Un toque de atención antes de noviembre
El enfado en San Mamés es evidente. La afición, acostumbrada a la entrega del equipo, no acepta la imagen de impotencia mostrada ante el Getafe. No se trata de alarmismo, sino de una constatación de la realidad: el Athletic atraviesa un tramo de la temporada en el que las excusas ya no sirven.
Valverde insiste en que “cada punto vale su peso en oro”, pero el problema va más allá del marcador. El equipo se ha estancado, y lo que parecía un bache pasajero empieza a adquirir tintes estructurales. La Champions ha sido una distracción más que un estímulo, y el cansancio mental se nota en cada jornada.
El mes de noviembre se acerca y con él la necesidad de reaccionar. El Athletic tiene margen para enderezar el rumbo, pero la sensación general es que el aviso ya ha sonado. Y esta vez, no basta con mirar hacia otro lado.
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