Pepe Gutiérrez, mítico periodista de Antena 3 que vivió una de las épocas más gloriosas del barcelonismo, encarna el periodismo de antes. El que pisa calle, busca noticias y entiende el porqué. Apasionado del fútbol y el ciclismo, mezcla experiencia y curiosidad. Durante su extensa e intensa carrera, coincidió con leyendas del fútbol, llegando a vivir anécdotas que a día se hoy serían impensables en la relación periodista-deportista, aunque asegura que “era lo normal por aquel entonces”.
Cenaba con Maradona y trataba a directivos, jugadores y agentes dignificando la profesión y manteniendo intacta su labor por informar. Aún así, mira con ironía a los “panenkitas” que creen saberlo todo sin haber sudado una portada.
¿Cómo ha cambiado la manera de ejercer el periodismo?
Del mismo modo que el país ha cambiado en cincuenta años, también lo han hecho las profesiones. Hace cuarenta años nadie pensaba que existirían periodistas dedicados a hacer información para pódcasts y redes sociales, o que la noticia se viviría al instante. Antes trabajabas en la calle y publicabas a los dos, tres o cuatro días —o cuando fuera oportuno—. Algunos nos acostumbramos a buscar la noticia en la calle y a “cazarla”, adelantándonos a la gente. Poco a poco, las universidades han ido enseñando una nueva forma de hacer periodismo que es muy distinta. Lo que tengo claro es que, para quienes vimos nacer el deporte como sección y cómo se trabajaba antes —haciendo guardia, siguiendo a los futbolistas y hablando con la gente—, las facultades han enseñado otra manera de hacer periodismo a través del teléfono o la cámara. Eso sí, la gente ahora está mucho más preparada y tiene muchos más medios.
Supongo que todo estaba normalizado.
Antes era más personal. Tú eras el “Juan Palomo”. Ahora hay muchísima información. Se habla mucho de los bulos porque mucha gente toca de oído y, lógicamente, otros pican en las noticias falsas. Eso se convierte en una cadena en la que, del supuesto hecho a la noticia real, a veces la mitad no es cierta. Eso crea desconcierto. Aun así, tengo fe en que quienes se dedican a esto tratan de hacerlo con rigor desde la plataforma que sea.
Pepe Gutierrez playing pool with Ronaldo Nazario before a match / Archivo
Cúentame un poco de tu historia. ¡Trataste con Messi y Maradona! Eso no lo puede decir todo el mundo.
Ha cambiado todo. Hemos cambiado nosotros y también las circunstancias: la época, los negocios… ¡Todo! Cuando empecé, yo era de los pocos que iba a los entrenamientos del Barça y del Espanyol. Había periodistas que tenían otros trabajos y lo compaginaban con el periodismo. Lo bueno de estar presencialmente es que, al final del entrenamiento, podías hablar con utileros, conserjes, entrenadores o jugadores, y así no enterábamos, por ejemplo, de una lesión. Tenías la noticia y la publicabas al día siguiente. Todo eso fue cambiando. Algunos periodistas dejaron de ir a los entrenamientos y eso hacía que las fuentes, si les interesaba, te contaban la información; si no, lo escondían. Yo llegaba con dos o tres periodistas a primera hora. Siempre veíamos llegar a los jugadores y sabíamos si por la noche habían tenido “excursión” o si estaban frescos. ¡Y nunca lo publicamos! No nos interesaba, pero nos daba contexto. Y creo que esa es la forma más veraz de trabajar. Si un jugador había estado de fiesta y llegaba medio dormido, y se lesionaba en el entrenamiento, ya sabías qué pasaba. Te enterabas de todo.
La profesión es conocer.
¡Exacto! Cuando críticas o cuando elogias, debes saber por qué lo haces y tener contexto. Necesitamos datos para trabajar y hubo un grupo que pensamos que necesitábamos esos datos. Algunos jefes vieron que era positivo para nosotros, para el medio y para los clubes. Ahora muchos lo practican.
¿No te resulta extraño ver cómo ha cambiado todo? Usted debía tener acceso a todo lo que quisiera por aquel entonces.
Sí. Antes el jugador no tenía representante —era el abogado o el amigo— y tú lo esperabas al salir de la reunión y te enterabas de todo. Cruyff fumaba Camel a nuestro lado al acabar el entrenamiento. Convivíamos todos y había una ley no escrita: tener la consideración y el rigor de que lo que pasa en el campo se queda en el campo. Si había una discusión entre ellos, o un conato de pelea, eso no se contaba. Lo respetábamos.

The journalist meets Berndt Schuster in a Barcelona supermarket / Archivo
Por lo que veo usted no debe ser muy partidario de aquello que hoy en día llaman ‘panenkita’.
Hay mucho de eso, pero yo siempre he sido periodista. Me gusta saber por qué un buen futbolista no ha podido jugar bien. ¡El periodista debe preguntarse el por qué de las cosas! No me importaba la formación, el rombo o si el bloque era alto o bajo; eso no me sirve. Me interesa el personaje y el entrenador más que la táctica, porque eso ya lo veía en los entrenamientos. Por eso no me extraña que ahora haya tantos “panenkitas”, pero claro, como no ves los entrenos, dicen que lo saben todo y la gente les hace caso.
Cuando llegaron los cambios.
En el mandato de Laporta introdujeron nuevas normas, mientras que con Ricard Maxenchs todo eran facilidades. Simplemente te decían “oye tío hazme un favor, esto no me lo publiques que me matas”, pero no ponían problemas con lo que escribías. Después pusieron vallas y barreras; y luego llegó Jordi Badia y colocó unas vallas que impedían acercarte al futbolista.
Todos los periodistas tienen anécdotas con Maradona. ¿Usted?
Con Maradona te sentabas a hablar en el túnel de vestuarios. ¡Era Dios! Te traba con una normalidad increíble que ahora sería imposible de entender, pero algo que llamaría la atención hoy en día es que nosotros lo teníamos muy normalizado y también nos parecía normal estar tomando algo con Maradona o charlar distendidamente después de un entrenamiento. Era el día a día.
Cuénteme, ¿cuál es la mejor noticia que ha dado?
Es difícil elegir; he tocado muchos palos. En clave deportiva, el fichaje de Maradona —ahí estuvimos unos cuantos—. O, por ejemplo, su presentación en Nápoles, en el estadio San Paolo. Una hora antes hice una conexión desde la suite del hotel, mientras él se aprendía una frase en italiano para decirla en la presentación. Yo estaba tumbado en la cama enseñándole a pronunciar y él me pedía consejo. Como le digo, era algo normal; ni él ni yo estábamos deslumbrados. Les ha pasado a muchos periodistas, no soy el único. También fue brutal el día que pasé con Maradona mientras él estaba en la camilla después de la entrada de Goikoetxea. Estar metido en el ajo es dar noticias.
¿Qué política de fuentes te impusiste con directivos, técnicos y jugadores del Barça para no “casarte” con nadie?
Schuster fue de los más próximos a mí: por circunstancias de la vida casi fuimos familia. También la tuve con Migueli, con Stoichkov, etc. Schuster tenía muy buena relación con un periodista de TV3, pero se le vio el plumero y se convirtió demasiado en amigo. Yo había cosas por las que le habría metido un palo a algún jugador para contar públicamente que no había estado bien en algún partido o acción, pero había circunstancias que lo impedían un poco. Aun así, creo que hay que hacerlo. Es nuestra profesión contar lo que está bien y lo que no. Cuando Stoichkov le pisó al árbitro vasco –Urizar Azpitarte– en el Bernabéu, yo lo dije abiertamente porque él lo asume: Stoichkov es plenamente consciente de que ha cometido un error y lo sabe mejor que nadie. Lo que no voy a hacer es decir que lo hizo mal porque estaba de fiesta: simplemente diré que no jugó bien.
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