Macbeth (Acto 3, Escena 1): Para ser rey es necesario estar dispuesto a todo, pero también a vivir temeroso de perderlo
Los primeros días tras la euforia del 19 de julio de 2022, el día que el PP consiguió una abrumadora victoria en las elecciones de Andalucía, fue llamativa la prudencia de Juanma Moreno. Desde el primer momento acuñó el “gobernar para todos” y “sin hacer uso del rodillo”. Desterró las palabras “mayoría absoluta” de su vocabulario y repartió ese guion entre los suyos.
La noche que su partido, desbordado de euforia, celebraba una jornada electoral histórica, Moreno hizo un breve corrillo con los periodistas, tras bajarse del altar improvisado que le pusieron en la calle San Fernando, sede del PP andaluz, y antes de irse a brindar con sus compañeros al bar colindante a la sede. Llamó la atención su serenidad y prudencia. “¡Qué son 58 diputados!”, le dijo un periodista ante su falta de entusiasmo y su contención. “Parece que no te lo crees”, le espetó otro. Moreno, a quien Feijóo acababa de dar la enhorabuena como “El Califa” de Andalucía, dio a entender que no podían emborracharse de poder. A muchos les llamó la atención esa reacción tan fría en caliente, cuando hubiera estado más que legitimado que estuvieran descorchando botellas de cava a lo loco.
¿Cuándo perdió el oído?
Luego vino la toma de posesión, en un acto con 600 personas ante la fachada principal del Palacio de San Telmo, sede del Gobierno andaluz. Con boato y pompa, aunque eso ya fue así en 2018 y estaban allí por una carambola. Con un acto pensado para la calle, en la misma explanada en la que este domingo están llamados los andaluces para protestar por el deterioro de la sanidad pública ante la crisis por los fallos en el cribado del cáncer de mama. El 23 de julio de 2022 se podía permitir un gran acto al aire libre sin temer por gritos de protesta o pitos de ciudadanos enfadados por cualquier motivo. Ya no puede. ¿Qué la he pasado a Juanma Moreno en estos siete años? ¿En qué momento dejó de escuchar la calle? ¿Cuándo perdió ese agudo olfato que caracterizó sus primeros tiempos de mandato, siempre con el oído fino para interpretar el runrún de los andaluces?
“El personaje Juanma Moreno no va a volver. Usted ya no es el novio de Andalucía”. La frase es de Inma Nieto (Por Andalucía) el jueves en el Parlamento. Tras un pleno monográfico sobre sanidad, en el que el presidente dejó su silla vacía, y que el PP había bloqueado con su mayoría absoluta durante dos años y medio. El hecho de que el PP haya impedido que se celebre un debate en la Cámara sobre un asunto tan pertinente como la sanidad ya dice mucho.
Las fases durante la crisis
En esta crisis por los fallos en los cribados de cáncer de mama hemos visto a un presidente andaluz en distintas fases. Negando la realidad, despreciando el problema, enfadado, indignado con su equipo, calibrando la dimensión de la crisis en la sanidad, recalculando la estrategia, entonando el mea culpa públicamente y admitiendo que no han conseguido cumplir su promesa de “reconstruir” la sanidad como querían hacerlo e incluso preguntando a los directivos del Servicio Andaluz de Salud (SAS) qué había fallado. Su tono no ha encontrado un solo camino. Vamos a oírle muchas veces defender que afronta todo lo que está pasando desde “la humildad” y el “máximo respeto” a las protestas y a las mujeres víctimas de fallos en los cribados. Pero también estamos viendo un presidente que se desliza por la pendiente de decir que todo es “un bulo” orquestado por el PSOE y advirtiendo a las mujeres de Amama de que ellas sabrán lo que hacen al no acudir a reunirse con él en una decisión que “no es la correcta”.
El Juanma Moreno que llegó en marzo de 2014 a Andalucía nada tiene que ver con el presidente de Andalucía de hoy. Entonces se enteró bien de la dificultad de la liga en la que jugaba cuando nada más llegar tuvieron que deshacer a toda prisa un currículum que contaba licenciaturas que no existían. Fue su primer fuego. Vinieron muchos más. En diez años, el líder del PP andaluz perdió unas elecciones en 2015, se las jugó en otras, con Génova esperando que cayera y preparando su salida sin disimular, en 2018. Tuvo baraka y logró desalojar al PSOE del poder con el peor resultado del PP en unas autonómicas en Andalucía. Cs y Vox estuvieron en esa carámbola. A partir de ahí, comenzó a construir su leyenda política y lo hizo con mucho acierto y un gran equipo de comunicación.
Se tejió el perfil de hombre moderado y de consenso que hasta ahora ha representado en el PP. Brilló como el líder del sentido común en Madrid frente a Isabel Díaz Ayuso. Formó un tándem gallego andaluz con Alberto Núñez Feijóo cuando le pidió que diera el paso adelante para desalojar a Pablo Casado. Y ganó por una mayoría absoluta histórica en Andalucía en 2022 tras una de las campañas políticas más avezadas e inteligentes de los últimos años. Sin mencionar a Vox, pidiendo el voto útil para el PP, convenciendo a electores socialistas, ensanchando la base electoral de su partido en Andalucía como nunca se pensó que iba a ocurrir. Huyendo del ‘síndrome Arenas’, ese que dio todo por ganado antes de rubricarlo y sin caer en los errores que después cometería el PP en las generales, dando por lograda la mayoría absoluta antes de conquistarla.
Un “Manual” envejecido
El “Manual de Convivencia” de Moreno, su primer libro, publicado por Espasa, sale a la venta el próximo 29 de octubre. “Un testimonio sincero y humano” sobre su trayectoria política, dice la nota de la editorial. Son unas memorias personales, dice quien las ha leído, y la defensa de la “vía andaluza”, una forma sosegada de hacer política que el dirigente andaluz ha hecho marca de su trayectoria. Una fórmula que ahora presenta sus primeras vías de agua. Esas memorias necesitan ya una segunda parte.
El día que el equipo de comunicación de Moreno mandó una preciosa historia sobre cómo el presidente cumplía su palabra con un tatuador de Jaén y se hacía ese “A58” (Andalucía, 58 diputados) en la parte interna de su muñeca izquierda se truncó el relato de aquella noche electoral en la Moreno insistió en que la mayoría absoluta era una especie de regalo envenenado, que había que administrar con gran prudencia para no desenchufarse de la realidad. Aquella historia humana del tatuaje tenía todos los ingredientes menos el de la prudencia y la moderación. Ese tatuaje era una ostentación del poder absoluto del PP, al que luego sumó las ocho capitales de Andalucía (perdió Jaén por una moción de censura que dejó ver ya que estaban perdiendo olfato político) y seis de las Diputaciones.
El aislamiento inevitable
Debe de ser muy confortable gobernar con mayoría absoluta desde San Telmo. Todos los expertos admiten que cuanto más poder se tiene menos se escucha. Es imposible no aislarse, encerrarse en el relato. El suyo ha sido exitoso, el del milagro económico, la autoestima de Andalucía, aunque haya indicadores socioeconómicos como el de la renta per cápita, el récord de autónomos o la pobreza de los hogares andaluces que rebajan de forma importante ese triunfalismo. Esa parte han conseguido que se instale en el imaginario colectivo andaluz y en España.
Moreno dejó de seducir en sus intervenciones públicas para cada vez hacer más chistes repetidos y afirmaciones de argumentario. Sus redes sociales empezaron a pecar de narcisismo. Entró en lo que llaman la burbuja de la confirmación, en la que su equipo pasa de debatir a asentir. No ha conseguido lo que prometió: que la mayoría absoluta no lo cambie. Debe de ser imposible. Hubiera necesitado menos palmeros y más gente cuestionándolo. Hace ya mucho que en su equipo decidieron que lo mejor era acallar las críticas y tratar de silenciar lo que rompía el relato de la Andalucía imparable. En eso también bebieron del manual de sus antecesores del PSOE en la Junta. Moreno cambió su Gobierno en julio de 2024 para remover sobre todo a la consejera de Salud y darle un vuelco de más mordiente política a la portavocía. Sordo, sordo no estaba. Lo segundo lo consiguió, con la cartera de sanidad volvió a equivocarse. Deben de ser días difíciles en el Palacio de San Telmo.
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