EUROPEAN REARMEN | The first Spanish combat cloud, which coordinates satellites, drones, fighters, missiles, ships and troops on the ground, has been tested before the Air Force – Bundlezy

EUROPEAN REARMEN | The first Spanish combat cloud, which coordinates satellites, drones, fighters, missiles, ships and troops on the ground, has been tested before the Air Force

Se acercan tropas insurgentes para atacar el aeropuerto, donde militares españoles van a sacar de zona de guerra a un grupo de refugiados. Va a llegar un carro de combate y traen morteros. El Ejército solicita apoyo aéreo… y un torrente de datos pasa entre máquinas y entre hombres. Drones voladores que anteceden a los cazas cuentan lo que detectan en la zona. Kilómetros detrás, los aviones disponen su armamento. Muy lejos, en el puesto de control, un algoritmo selecciona, de las armas disponibles, las más adecuadas por potencia y cercanía para eliminar los blindados y las piezas artilleras que amenazan al grupo, y calcula las posibilidades de acierto. “¿Sí? ¿No?”, pregunta la IA en la pantalla. Sí. De los cazas parten misiles aire-tierra. La señal de un satélite y las de los drones que han localizado al carro y los morteros los guían… hasta destruirlos.

La actual guerra de Ucrania ha acuñado que la próxima batalla en tierra comenzará por un choque entre máquinas, y no entre hombres. Ahora también se sabe que el próximo pulso por la superioridad aérea, la primera batalla de cualquier guerra, lo ganará quien tenga mejor nube de combate.

España ya ha probado la suya. La ha construido Indra. Se llama Nimbus. Es la aportación tecnológica española al programa del Futuro Sistema Aéreo de Combate (FCAS) y ha sido sometida a un examen de funcionamiento real este martes en el aeródromo de Rozas (Lugo), con presencia del presidente de la compañía, Ángel Escribano, y el general jefe de Estado Mayor del Aire, Francisco Braco. El ejercicio se basó en ese supuesto de choque armado en torno a un aeropuerto. La zona de operaciones abarcó desde Galicia hasta Madrid.

Hablar en la batalla

“Es difícil definir lo que no se ve”, dice uno de los diseñadores de Nimbs. Las nubes de combate no son máquinas, vehículos o armas que se puedan tocar… Aunque hay de eso en la receta, pero en realidad son pura conexión digital. Los ingenieros de Indra dicen que son “multiplicadores de fuerza”. Así llaman a un entorno de señales y de decisiones, de comunicaciones cifradas entre sensores, radares, satélites, aviones, drones, carros de combate, vehículos, pelotones de infantería, fragatas, submarinos, baterías artilleras, misiles… Es el escalón superior que ordena y da inteligencia al Internet de las Cosas de Batalla, un ecosistema digital gobernado por militares con inteligencia artificial que procesa millares de inputs de información, minimiza el tiempo de decisión, aclara la visión del campo de batalla, economiza tiempos, energía, armamento, y ataca y se defiende con agilidad inalcanzable para seres humanos.

Indra has its flight experimentation center for the aerial systems it develops in a hangar in Rozas (Lugo). / IG

El ingeniero Jorge San José, director del proyecto FCAS en Indra, explica que la base de Nimbus es “conseguir que activos que no se están hablando se comuniquen de una forma sencilla”. Con “activos” (los assets en inglés) se refiere a máquinas, vehículos y sistemas, algunos de ellos muy anteriores a esta tecnología, que tienen papel en una batalla.

Su equipo ha querido que la nube sea “agnóstica en plataformas”, o sea, que funcione independientemente de la máquina que reciba la señal, para no verse condicionada -como dependen ahora otras interacciones militares europeas- de qué tipo de carro, buque o avión se presente. En ocasiones, para explicar Nimbus a los legos, San José les resume: “Es que la fragata hable con el avión en un espacio de batalla compartido”. O recurre a lo que no es: “No es conectividad, no es interoperabilidad, que ya existen… Sí es computación distribuida”.

La sala

“La distribución es la clave”, dice otro ejecutivo implicado en el proyecto. Ha levantado la cabeza de una de las pantallas de la “sala de telemetría” que, en un hangar del Centro de Experimentación en Vuelo de Rozas, entre granjas y frondosos bosques gallegos, tiene desplegada Indra. Preside la sala un gran reloj digital y una docena de grandes pantallas en la pared.

En esa estancia a media luz se entiende mejor qué es la nube de combate. Filas de datos muestran la información que llega de los distintos “activos” que están interviniendo en un campo de batalla. Cada máquina comunica lo que ve o lo que detecta y lo cuenta por una autopista de datos. Si alguno de esos nodos o sensores es destruido o neutralizado, otro tomará el relevo. “No hay un centro que se pueda destruir y se acaba todo. El cerebro del sistema está en cada uno de sus nodos. Cuanto más distribuido está todo, más resiliente”, explica en la sala Jorge Juan Alonso, uno de los 80 ingenieros de una edad media de 30 años implicados en Nimbus.

La experiencia de la guerra de Ucrania, con el frente convertido en un entorno electrónico degradado, tóxico, sin GPS, con dispositivos enmudecidos y otros con la señal mutada para engañar al enemigo, confirma que “cuantos más assets vean lo mismo, más difícil será que los engañen”.

Central screen of the Nimbus cloud during the simulated battle for its launch

Central screen of the Nimbus cloud during the simulated battle for its launch / IG

En unos años, todos los intervinientes españoles en una batalla -y sus aliados- emitirán y a la vez verán los datos de la nube de combate, desde el soldado en su móvil hasta las pantallas del puente de mando de una fragata o la tableta del comandante de un carro de combate. La IA discriminará qué datos interesan más a cada uno, según su papel.

En esa sala del hangar, un mapa, en este caso de unas comarcas de Lugo, simula aliados y enemigos con iconos de colores: un avión, un dron, un mortero… Es una versión distópica de las viejas mesas de mapas en las que los generales disponían con varas de crupier banderines y maquetas de madera para entender el campo de batalla. Lo mismo, pero con los datos multiplicados por un millón. Para el Ejército del Aire es la oportunidad de la hipersuperioridad aérea.

Hay no obstante un talón de Aquiles: se necesitan satélites propios, autonomía espacial, para que nadie pueda turbar las comunicaciones de la nube. De nuevo se certifica que no hay defensa sin satélites.

Jugador de videojuegos

Ligados a la nube Nimbus, se han visto en la prueba otros inventos igualmente distópicos. En un asiento flanqueado por joysticks y una triple pantalla, otro joven ingeniero vuela sobre un paisaje verde… solo que no se mueve del hangar. Lo está haciendo con ayuda de los datos de la nube y unas gafas de realidad aumentada.

Si lo precisa puede eliminar de su vista todo el interior de la cabina, y ver arriba, abajo y a los lados el aire y la tierra, como lo vería un superhéroe en pleno vuelo. Esto verán en el futuro los pilotos del avión de combate del FCAS, con su sistema de armas de nueva generación, o NGWS.

“Cada vez hay más información y pasan más cosas, y una nueva generación de pilotos debe manejarlo. Pero es que vienen del mundo gamer…”, dice el responsable técnico del simulador, José Gabriel Terius, ante las evoluciones en las pantallas. Parece un videojuego, ciertamente, pero será la vida real. El piloto, miembro de esta generación que se ha criado jugando con consolas, se quita las gafas y explica: “La conciencia situacional mejora ahorrando segundos con toda esta información. Y los segundos suman: un minuto puede salvar la vida del piloto”.

De hecho, trabajan en que el sistema pueda escanear el estado del cerebro del piloto, si hay distracción o si su capacidad cognitiva está dañada, si le queda al menos un impulso cerebral para ordenar la eyección o poner el avión en ruta automática de vuelta a casa, el “return to base”.

Un arma, muchas misiones

Interviene como otro jugador más en el tablero de Nimbus, un aparato que no es un misil, no es un dron, no es munición merodeadora… y es todas esas cosas a la vez. Se llama Valero. Indra lo presentó en la pasada feria industrial de la defensa Feindef como fruto de su todavía nueva división de Armas y Municiones, y dos de sus versiones lucían en el hangar de Rozas.

Su nombre técnico es Vehículo Aéreo Ligero Multipropósito. Tiene el aspecto de un misil pero vuela con muy diversas funciones: el ataque por sorpresa con altas cargas explosivas, el efector que destruye otros drones, el sensor que escudriña el campo de batalla, el señuelo que simula firmas falsas para los radares contrarios, o, en masa, el enjambre que satura las defensas del adversario.

En su desarrollo está participando el Ejército del Aire como consultor, y un elenco de la industria española de defensa: Sener, GMV, Instalaza, ITP Aero y Sapa. Para 2029 estará en producción, y se prevé que sea lanzable desde tierra y desde el aire, con carga y alcance de centenares de kilómetros. El dato concreto es materia reservada.

“Dadnos tecnología”

“Cuando se piensa en seguridad y defensa, se suele mirar a las Fuerzas Armadas exclusivamente, y eso es un error -ha dicho el JEMA Braco a los ejecutivos de Indra-. La defensa reside en la universidad y en la empresa; las Fuerzas Armadas somos los que la operamos; y el cliente es España”.

Part of the operations area for the Nimbus test, on a large screen during the demonstrationb

Part of the operations area for the Nimbus test, on a large screen during the demonstrationb / IG

Hay un orgullo difícil de disimular en la tribu de ingenieros de Nimbus, treintañeros que salen de la Politécnica madrileña, universidades de Barcelona y otros puntos del país. Sus padres, en materia de industria de defensa, veían la aportación española a los grandes proyectos militares europeos limitada a poner mano de obra y muy poca ingeniería. “Ahora vamos por delante”, dice Jorge Juan Alonso. Y el director del área de Dominio Aéreo de Indra, Miguel García, lo explica con una metáfora: “La industria de defensa es como el león del zoo, que está esperando que le echen el filete. Pues hacemos algo más: vamos a merecernos el filete”.

En el proyecto FCAS -con recurrentes tensiones entre los socios que a veces ponen en riesgo su continuidad- España está aliada con Francia y Alemania. Básicamente, los franceses ponen “el fighter”, o sea, el avión que están diseñando. Los alemanes centran en el armamento y los drones. Y los españoles aportan la nube que conecta a esas máquinas y a todo el campo de batalla.

“Hemos pasado de una actitud pasiva a una posición proactiva” -dijo Ángel Escribano, el presidente de Indra, al acabar la prueba-. Proponemos soluciones a nuestro ejército del aire en combate colaborativo. Queremos posicionarnos como socio estratégico del Ejército del Aire”. Tras escucharle, el JEMA contó que venía de una reunión con otros colegas europeos, y que había constado la “preocupación por la violación del espacio aéreo de soberanía OTAN” como asunto principal. “En vuestras manos está darnos la tecnología para lograr la superioridad -les dijo a los ejecutivos-. Si no es así… lucharemos con valor y moriremos con honor, como dice el himno”, ironizó, para urgir seguidamente a los tecnólogos en el hangar de Lugo: “Lo necesitamos ya”.

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