A sus 52 años, Edurne Pasaban sigue sintiendo la montaña como su casa. Pero ya no busca coronar ochomiles ni romper récords, sino algo más íntimo: la libertad. “Las carreras de montaña me aportan una sensación de libertad muy grande. Es mi momento”, confesaba en el acto del quinto aniversario de la agencia Walden Outdoor en l’Antiga Fàbrica Estrella Damm.
Su entrada al trail fue natural. “Vivo en un entorno increíble. Salir a correr por el monte me permite conectar con ese mismo espíritu que tenía antes en las expediciones”. Aunque reconoce que empezó tarde: “Con 52 tacos ya me fallan algunas cosas, tenía que haber empezado antes”, bromeaba.
Le gusta fijarse objetivos, pero no compite contra nadie. “Siempre digo que no soy competitiva, aunque sí me gusta tener metas. Es algo que llevo en el ADN. Las carreras me ayudan a mantener esa motivación”.
Su vida ha cambiado: “Tengo un niño de ocho años. Si le dijera a mi marido que me voy dos meses al Himalaya, igual cuando vuelva la cerradura de casa ya no está”, dice entre risas. “El trail me da la posibilidad de sentir lo mismo sin tener que irme tanto tiempo”.
Lo que antes era una expedición a 8.000 metros ahora son dos horas de entrenamiento con amigas o con su perro. “No es solo correr. Es esa excusa que necesito para salir, respirar y sentirme viva”.
Para Pasaban, el trail running representa una versión más amable de la montaña: sin banderas ni medallas, solo disfrute y conexión con uno mismo. “La libertad sigue siendo la misma; lo que cambia es la forma de vivirla”.
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